Se dice que los artistas ven más y mejor que el común de los mortales, serían entonces, además de sensibles, grandes observadores. Es cierto que ellos captan lo que se viene en el ámbito de la sociedad y sus incesantes transformaciones. Son capaces de comprender, en el espacio de las intimidades, los sutiles cambios que se van dando en los seres humanos y sus culturas, para luego transformar este material en una obra de arte. Podríamos dar muchos ejemplos de maravillosos escritores y otro tipo de artistas que lo han hecho.
Las quebradas son centros poblados aledaños a pueblos o ciudades y nacieron como vías de acceso a éstos; encajonan un estero, cuentan con una iglesia, una escuela, a veces un policlínico, pero no alcanzan a constituirse en un pueblo propiamente tal. Están en lo periurbano, tan cerca y tan lejos a su vez de las ciudades. Se vive en dichas quebradas lo campesino y el advenimiento, a veces incomprensible, para bien o para mal, de la modernidad, con su globalización y ritmo vertiginoso.
Abrir las páginas de esta antología es como correr una cortina para observar la intimidad de la vida diaria en la quebrada: ahí donde la modernidad, a menudo emboscada, acecha, se filtra y transforma al hombre común.